El estrés es una respuesta automática y natural del cuerpo ante situaciones desafiantes; los cambios positivos, negativos o imaginarios son capaces de detonarlo. Es necesario para tener estímulos y accionar ante la vida diaria, expuso Argentina Robledo Domínguez, psicóloga de la Dirección General de Atención a la Salud de la UNAM.
Es un mal de nuestro tiempo, pero si es moderado es positivo y útil para levantarnos de la cama y realizar actividades cotidianas, y cuando se vuelve crónico puede causar trastornos emocionales y enfermedades gastrointestinales y cardiovasculares.
Generalmente es detonado por separaciones, pérdidas, cambios (de trabajo, casa o escuela), acontecimientos que ocurren de forma inesperada, hablar en público, el tráfico vehicular, un viaje, exceso de actividades y la incertidumbre.
“Mucho estrés es igual a cansancio, ansiedad y enfermedad; poco equivale a aburrimiento, apatía y frustración, pero cuando es óptimo, con equilibrio y moderación es igual a creatividad, satisfacción y éxito”, dijo en la conferencia “Estrategias contra el estrés”, dentro del Ciclo de Promoción de la Salud y el Autocuidado de la Facultad de Ingeniería (FI).
Síntomas de estrés crónico
Respecto a las señales o síntomas físicos de estrés crónico, Robledo destacó la tensión muscular, sobre todo en cuello y hombros; cefalea localizada en la nuca; malestar estomacal; sequedad de boca; taquicardia; sensación de falta de aire y temblores.
Los síntomas también pueden ser emocionales y expresarse con irritabilidad, impaciencia, nerviosismo, falta de concentración, negativismo (percepción de una vida gris) y falta de interés con disminución del deseo de realizar actividades que antes eran consideradas placenteras.
Las señales también pueden ser de comportamiento, como trastornos del apetito, abuso de drogas, insomnio, ansiedad con ataques repentinos de “acelere” y malas relaciones interpersonales.
Estrategias para combatirlo
Para manejar el estrés, la terapeuta recomendó practicar dos tipos de respiración con los ojos cerrados: la diafragmática, en la que lentamente se dirige el aire hacia el estómago y se conserva ahí por un momento antes de soplar, y la inhalación y exhalación por la nariz hasta escuchar el paso del aire. “Repetir este tipo de respiraciones cinco veces seguidas ayuda a reducir la ansiedad”.
Sugirió adoptar el hábito de practicar ambas cada día, acostados en el suelo, después levantarse. También aconsejó la relajación muscular progresiva, que consiste en tensar cada parte del cuerpo para luego liberarla, así como reír con frecuencia.
“Es fundamental tener una visión de dónde estamos y a dónde queremos llegar, y de acuerdo a ello establecer plazos y acciones para llegar a metas realistas; también, delegar responsabilidades; ser cordiales; decir no a tareas que no podemos cumplir; descansar lo suficiente; hacer ejercicio; definir las cosas importantes en la vida y desechar las banales; no preocuparse por lo que no se puede controlar; dormir entre 7 y 8 horas y llevar una buena dieta”.
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