El mundo corporativo, a veces es complicado. Hay competidores recalcitrantes que son socios en ciertas regiones o hasta son dueños de una parte del otro. O tienen lazos de segundo nivel por medio de accionistas relevantes con acciones en ambas empresas (o fondos con inversiones en las dos).
El caso de Uber es curioso, entre un mundo con alianzas extrañas, debido a que suele tener problemas severos con aquellos que también recibirían dividendos si algún día generara más ingresos de lo que pierde en lograrlos.
En primer lugar, basta recordar la inyección económica que recibieron de Google Ventures (ahora GV) en 2013 aunque la firma de Mountain View ya tenía un porcentaje de Sidecar, otro proyecto de ride sharing que si no te suena no te culpamos. Fue otro de tantos que quedó en el olvido ante el éxito de Uber, y en menor escala Lyft.
Actualmente se habla de que GV recuperaría hasta 20 veces su inversión en Uber, si bien la relación entre ambas parte se volvió tóxico debido a la demanda contra la empresa de no-taxis y logística, que contrató a un ex ejecutivo de Google que tenía secretos industriales de Waymo. Esta era una iniciativa para coches sin conductor, creada por la misma persona (Anthony Levandowsk) que vendió a Uber la idea de Otto, una startup de coches sin conductor. Sospechoso, ¿no?
Aunque GV es un brazo corporativo diferente a Google, la empresa matriz Alphabet y Waymo, la demanda por secretos industriales causó dolores de cabeza en varias partes de la corporación.
¿Por qué? El que Google/Alphabet/Waymo le haya causado daño a Uber, reduce el valor de la inversión a GV. Recordemos que desde la reorganización de Google en Alphabet, separando cada tentáculo de la firma en un gobierno distinto (por ejemplo, Google la empresa de búsqueda y tecnología web es diferente a Google X, la parte de desarrollos futuristas)ñ
Uber fue una apuesta rara para GV en 2013, debido a que la compañía era un tanto más grande que las otras inversiones de la firma. La fractura desde el caso de Otto contra Waymo tuvo algunas lesiones visibles para los usuarios finales: Google comenzó a usar otro tipo de mapas (como los de Here de Nokia, u Open Maps) además de desincentivar el uso de Google Maps para los conductores.
El lazo con Google, que se volvió más débil con la formación de Alphabet, no impidió que Uber quisiera entrar a la carrera por lograr coches autónomos. Irónicamente, este impulso tenía algo de ADN de Google ¡porque contrataron al mismo ingeniero!, cuando tal vez lo normal hubiera sido una colaboración.
Al final, Uber tiró a la basura su inversión de 600mdd en Otto al cancelar el programa de camiones autónomos , mientras que los fundadores (incluído el ingeniero supuestamente bocón, Levandowski) han fundado otras compañías de «transporte inteligente» de manera separada.
Los sueños de Uber por un futuro en el que no tengamos que manejar ahora van de la mano de Cruise, la iniciativa de General Motors por 1) comerle el mandado a Tesla en esta tecnología, 2) sobrevivir con mentalidad de startup.
[…] anterioridad en Webirix hemos hablado sobre la carrera para mandar autos autónomos al mercado por parte de Uber, con el agridulce experimento de los camiones Otto, y Google por […]