¿Alguna vez al tomar alcohol te desinhibiste? ¿No sabes por qué contaste lo que no hubieras dicho antes? ¿Al otro día sentiste pena de todo lo que pasó? Con las bebidas alcohólicas es muy fácil perder el control, pero todo esto tiene una explicación y se encuentra en tu cerebro.
En entrevista para UNAM Global, Eduardo Calixto González, profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, explicó qué pasa en tu cabeza cuando se pierde el pudor, y en algunas ocasiones, hasta la conciencia.
El alcohol es un desinhibidor social y psicológico, destacó el también jefe del Departamento de Neurobiología de la Dirección de Investigaciones de Neurociencias del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM).
Asimismo, esta sustancia libera dopamina que es el neurotransmisor de las emociones, por lo tanto, “nos vuelve efusivos, perdemos la conciencia del tiempo, nos reímos con mayor facilidad y nos quita el filtro de lo negativo creado socialmente. Además, las personas nos parecen más atractivas tanto física como emocionalmente”.
Expresó que al beber más alcohol, la corteza prefrontal (la región más inteligente, y al mismo tiempo, la que posee el razonamiento moral, de proyección social y funcionalidad de las reglas sociales) se inhibe debido a la dopamina.
“Así, pasamos de un proceso efusivo a uno de inhibición”. En este punto, se pierde el control de la visión, “el ojo ya no ve igual”. Además, los músculos del habla fallan y “se arrastran las palabras”, porque la bebida inhibió la foniatría y el proceso de articulación de aquéllas.
Igualmente, el alcohol es un excelente conductor del sueño. “Un individuo alcoholizado termina dormido en cualquier lado, ya sea en la calle, en la taza del baño o incluso al manejar”. Esto se debe a que disminuye la actividad del sistema nervioso central, y no sólo inhibe la corteza prefrontal del cerebro, también baja la actividad neuronal.
¿Cuándo detenerse?
Existe un punto en donde deberíamos parar, y es justo a la mitad de una copa. “A partir de donde nos inhibimos y no somos nosotros mismos”, señaló el investigador universitario.
Al producir dopamina se bloquea la corteza prefrontal del cerebro y con esto las personas comparten información que conscientemente no dirían. “En realidad habría que creerles la mitad, pero en términos generales, el filtro se perdió”. De hecho, se asemeja mucho a “la droga de la verdad, es el momento en que somos más vulnerables por un efecto farmacológico”.
Calixto González aseguró que se cae en la adicción al alcohol por dos razones: porque libera dopamina y porque inhibe al cerebro.
¿Más alcohol?
Cuando una persona consume todavía más alcohol surge otro neurotransmisor llamado GABA (ácido gamma-aminobutírico), que es el inhibidor más importante del cerebro y es el encargado de activar el sueño. “Nos da sueño, nos sentimos más cansados, pero al mismo tiempo, decimos las cosas más fácilmente”.
Además, el alcohol es un excelente ansiolítico porque al disminuir la actividad del cerebro quita la ansiedad.
El investigador universitario apuntó que los medicamentos usados para bajar la ansiedad tienen el mismo efecto que el alcohol y por eso son adictivos, pues generan tolerancia y dependencia.
“Después de tomar tres o cuatro meses un ansiolítico la persona no puede vivir sin él. Lo mismo pasa con el alcohol, se vuelve una enfermedad farmacológica”, concluyó Calixto González.
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