Por James Temple, vía MIT Tech Review
Por mucho que consigamos reducir nuestras emisiones de dióxido de carbono (si es que algún día lo hacemos), el efecto del gas de efecto invernadero puede persistir durante miles de años. Para evitar que las temperaturas a niveles peligrosos, el mundo tendrá que eliminar hasta 1 billón de toneladas del dióxido de carbono de la atmósfera en este siglo, según el IPCC de la ONU.
Pero el verano pasado, el climatólogo de la Universidad de Harvard (EE. UU.) David Keith descubrió que las máquinas podrían hacerlo, en teoría, por menos de 88 euros por tonelada, a través de un método conocido como captura directa de aire. Se trata de un orden de magnitud inferior a cualquier estimación anterior, lo que provocaba que los científicos hubieran descartado la técnica por resultar demasiado cara (ver Pelea de cifras para decidir si capturar carbono del aire es rentable). Aunque también es cierto que faltan muchos años para que las cifras reales se aproximen a los cálculos de Keith.
Una vez capturado el carbono, aún hay que decidir qué hacer con él.
Carbon Engineering, la start-up canadiense cofundada por Keith en 2009, planea expandir su proyecto piloto para aumentar su producción de combustibles sintéticos (ver Canadá empieza a capturar carbono del aire para crear combustible neutro). Para ello planea usar el dióxido de carbono capturado como un ingrediente clave (Bill Gates es uno de los inversores de Carbon Engineering).
Extraer el CO2 del aire es una de las formas difíciles de lidiar con el cambio climático, pero nos estamos quedando sin opciones
La planta de captura de aire directa en Italia de Climeworks producirá metano a partir del dióxido de carbono capturado e hidrógeno, mientras que una segunda planta en Suiza venderá el dióxido de carbono a la industria de refrescos. Global Thermostat terminó de construir su primera fábrica comercial en EE.UU. el año pasado.
Aún así, ya sea para fabricar combustibles sintéticos o en refrescos, el dióxido de carbono volverá otra vez a la atmósfera. El objetivo final es bloquear los gases de efecto invernadero para siempre. Algunos podrían anclarse a productos como fibra de carbono, polímeros u hormigón, pero muchos más tendrán que enterrarse bajo tierra, un enfoque muy caro que ningún modelo de negocios parece apoyar.
De hecho, desde una perspectiva de ingeniería, extraer CO2 del aire es una de las formas más difíciles y costosas de lidiar con el cambio climático. Pero dada la lentitud con la que estamos reduciendo las emisiones, parece que no tenemos mejores opciones (ver «Si queremos gestionar las emisiones, debemos almacenar carbono»).
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