Quien esté libre de riesgo que tire la primera piedra. Lamentablemente, en los tiempos que corren nadie está a salvo de encontrarse con un momento puntual de falta de liquidez o con un problema de impagados que nos convierta en morosos sin quererlo. Como explican desde Crédito y Caución, “el 56% de las empresas españolas ha sufrido algún impago significativo en los últimos doce meses de actividad y detrás del 84% de estos impagos está la falta de disponibilidad de fondos”.
Las cifras son las que son. De acuerdo con la Encuesta de Financiación de las Pymes del Consejo Superior de Cámaras de Comercio referente al cuarto trimestre del 2012, el 93,8% de las pymes que pidió recursos externos lo hizo para financiar circulante. Y, de ellas, el 74,8% ha experimentado retraso en los pagos de sus clientes. En el cuarto trimestre de 2012, ese retraso medio se situó en torno a los 5,2 meses, sensiblemente superior al que se registraba seis meses y un año antes, un 69,3% y 4,5 meses y 61,5 y 3,7 meses, respectivamente. Un plazo que si bien se reduce en la Administración Local y Autonómica, con 5,1 y 4,9 meses, se dispara en el caso de la Estatal hasta los 7 meses. A ello hay que unir, como denuncia Sebastián Reyna, secretario general de UPTA, “la sequía del crédito bancario”.
Crédito cortado
Hasta la fecha, los largos períodos de cobro se compensaban con la liquidez que ofrecía el sistema financiero a través de pólizas de crédito y líneas de descuento comercial. Pero estos productos han desaparecido del mercado. Ni siquiera las letras o pagarés comerciales emitidos por grandes empresas son aceptados hoy como suficiente garantía crediticia”.
Así, ¿qué pyme puede sobrevivir sin cobrar durante cinco meses y sin endeudarse? Como explican desde la consultoría Credit & Collection Management, “los retrasos en el pago a los proveedores son la causa directa del 25% de las suspensiones de pagos en pymes”.
Es una realidad que cada vez está más al alcance de cualquiera, aunque la voluntad de quien la sufra sea la de pagar. Porque es algo que a todos nos puede pasar, hemos querido explicar cómo gestionar una situación así.
Qué hago si quiero pagar
Estos consejos no son válidos para morosos que pueden tener la intención de no pagar o el deseo de mantener su negocio con ingeniería financiera relacionada con su política de pagos. Ése es otro cantar. De lo que vamos a hablar es de emprendedores que, circunstancialmente, se ven abocados a una situación puntual que pone en peligro su capacidad de asumir sus responsabilidades.
Veremos cómo evitar que esta situación se convierta en crónica y cómo paliar los estragos en nuestra relación con los proveedores. Pero, antes, ten en cuenta algunos puntos que pueden ayudarte a adoptar la actitud correcta:
Sé proactivo. El 90% de las empresas prefieren llegar a acuerdos extrajudiciales, con lo cual están abiertas a negociar soluciones. “Lo importante es ser proactivo e ir con posibles alternativas por delante”, insiste Pere Brachfield, profesor de EAE Business School y director de Estudios de la Plataforma Multisectorial contra la Morosidad. Sé tú el primero en ofrecer herramientas al deudor para que cobre su deuda.
No te flageles. Como insiste Alejandro Lucero, consejero delegado de Multigestión Iberia, “hay que dejar de estigmatizar la morosidad, es importante afrontarlo con naturalidad ya que todos somos potenciales candidatos a encontrarnos en esta situación. Después de tantos años intentando cobrar impagos he comprobado que en muchas ocasiones cuando se habla de morosidad hay que hablar de moroso accidental, involuntario”. Hay muchos emprendedores o autónomos que ante una situación así se derrumban pensando que no recuperarán el prestigio ni confianza de sus proveedores. Pero si la gestionas bien puedes remontar la situación.
Da la cara. Hay quien piensa que si ignora la deuda ésta acabará desapareciendo. Es cierto que hay impagos que no son reclamados. Pero si tu intención es continuar con el negocio, afronta la situación y responder ante tus acreedores para que sigan confiando en ti. Además, insiste Lucero, “una deuda asumible pero mal atajada en su negociación puede convertirse en impagable con el paso de los meses por la acumulación de los intereses”.
Fuente:
emprendedores.es
Isabel García Méndez
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