Para evitar que lo hagas
Las empresas cuentan con varias fórmulas para evitar que los empleados se marchen para competir en el mismo sector. “Eso sí, es recomendable que los mecanismos se tomen antes de su partida”, explica Jorge Capel, del departamento de pleitos del bufete de Cuatrecasas. Son los siguientes:
Cláusulas de no competencia. “Hay que dejar claro de entrada qué puede y qué no puede hacer el empleado”, explica Joan Fontrodona, profesor de Ética Empresarial del IESE. Existen precauciones, como la inclusión de la cláusula de no competencia en los contratos, que puede aplicarse a cualquier trabajador.
“Significa que durante la relación laboral no se puede competir. Es cuestión de lealtad, pero después el empleado es libre de emplearse donde quiera, salvo que tenga esta cláusula. Cuando la firmas, estás dando tu conformidad a no trabajar en el mismo sector de tu empresa durante un tiempo determinado”, explica Francisco Conde. A cambio, la cláusula debe ir acompañada de una compensación económica. “Esto es lo más peliagudo de definir, ya que la ley no dice nada al respecto, salvo que ‘debe ser adecuada”, puntualiza Francisco Conde. Algunas empresas pagan el 100% del sueldo; otras muy por debajo.
Cláusula penal. ¿Qué pasa si tienes esta cláusula en tu contrato y la incumples? “Te pueden exigir el cumplimiento. Te pondrían un pleito ordinario ante la jurisdicción social, pidiendo que cesaras la nueva actividad, exigiendo daños y perjuicios y la devolución de las cantidades pagadas en concepto de compensación económica por la no competencia”, aclara Capel.
Las empresas pueden añadir a la cláusula de no competencia otra penal, especificando al trabajador qué tendría que pagar por incumplimiento contractual.
Cuidado con las relaciones unipersonales. Hay otras medidas que no están recogidas en los contratos, pero que también dificultan que el empleado se vaya con el cliente en la maleta. Por ejemplo, “evitando que haya relaciones unipersonales. Si pones dos personas a cargo de una cuenta, será más difícil que el cliente se marche con una de ellas”, señala el profesor del IESE. No es una tarea fácil en sectores como el de la consultoría o el de la banca privada…
Por ejemplo, la regulación que dio luz verde a la creación de empresas de asesoramiento financiero facilitó que empleados de banca privada y gestoras de patrimonio dejaran sus firmas y se lo montaran por su cuenta.
Hacer rotar a los directores
Éste es otro mecanismo habitual, sobre todo, en la banca. “Con ello se evita que se establezcan relaciones de mucha confianza con los clientes”, detalla Montañés. “Y otra posibilidad es que el director general de la compañía visite a los clientes y se reserve algunos de los más importantes”, prosigue. No menos frecuente es nombrar socios de la firma a los mejores colaboradores para evitar su posible marcha.
Las posibilidades son múltiples, pero la cuestión es: ¿quién tiene exactamente al cliente? “En el mundo empresarial se dice que quien posee al cliente tiene el poder, pero, ¿quién lo tiene realmente: el comercial o el director general de la empresa?”, se interroga Montañés. “Si el directivo no tiene sensibilidad hacia la gestión del poder, es decir, del cliente, éste se irá con el comercial. Por eso aconsejo a mis alumnos que si llegan a directores, el cliente sea suyo”, explica el profesor del IE.
¿Es ético? Pues depende…
Pero, ¿es ético llevarse a los clientes de la empresa en la que has estado trabajando hasta hace poco? Este experto considera que el cliente es de las empresas y que, en general, no está bien robarlos, aunque “hay que analizar caso por caso”, matiza.
“Cuando trabajo para alguien, debo tener en cuenta que las relaciones que establezco me vienen dadas por el vínculo contractual, y debo respetarlo. Al igual que no me llevo el ordenador, el cliente tampoco me pertenece, aunque sí es cierto que en servicios profesionales resulta difícil establecer qué es del empleado y qué de la empresa”, apostilla Joan Fontrodona. “Claro que es lícito llevarse el cliente, nadie es dueño de ninguno”, afirman en Hudson. Para Cuatrecasas, ”los clientes pueden elegir libremente a su operador en el mercado”.
Problemas con la antigua empresa
¿Puedes tener problemas aunque no incumplas ningún contrato? Pues todo depende de cómo ejerzas esa competencia. “Poner en marcha tu propio negocio ofreciendo servicios similares a los de tu anterior empresa es una cuestión de libre competencia y, si lo haces lealmente, es bueno para el mercado”, dice Francisco Conde. “Aunque si es a mala fe, puedes tener problemas legales”, continúa. ¿Qué significa hacerlo ‘a mala fe’? Lo explica Conde: “Podría considerarse competencia desleal si el empleado se lleva secretos profesionales de la compañía. O si se marcha arrastrando con él a un equipo, causando todos baja al mismo tiempo y dejando a la empresa en una situación de difícil continuidad”. También se considera mala fe, según se extrae de algunas sentencias, no el llevarse tres o cuatro clientes, sino la base de datos completa.
Lo cierto es que la competencia desleal no está bien definida por la ley. Se analiza caso por caso. Eso provoca que, en esta materia, casi todos los juicios acaben en acuerdo, ya que a ninguno de los implicados (empresa y ex empleado) les interesa eternizar el conflicto.
¿Y si se vienen conmigo?
En definitiva, podrás arrebatar clientela a tu antigua compañía, pero aunque lo hagas con elegancia, respetando unos límites y de forma leal, no es seguro que no vayas a tener que enfrentarte a situaciones conflictivas. Isabel Aires, que ha fundado recientemente la agencia de comunicación especializada en gastronomía, Aires Comunicación, tampoco lo tuvo fácil con su antigua compañía. “No quise traerme a clientes, pero algunos se vinieron conmigo después”, asegura esta emprendedora. Además, afirma que la relación con sus ex jefes fue a peor, ya que su empresa ha logrado en poco tiempo hacerse con buena parte del segmento.
Son pocas las compañías que ven con buenos ojos que un empleado se marche decidido a hacerles la competencia y menos aún que se lleve parte de la clientela. Según un antiguo colaborador de Arthur Andersen, la compañía solía convocar todos los años la fiesta de los ex empleados. “Eso demuestra inteligencia, hay que tener cerca a los amigos, pero también a los enemigos”, concluye Montañés. Mikel Echavarren reconoce seguir recibiendo las invitaciones a la fiesta: “No entiendo por qué, quiero creer que es porque no han corregido aún su base de datos”, afirma con humor.
Fuente:
http://www.emprendedores.es/
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