1. Resistencia a acatar las preferencias de tus clientes
Tú tienes una idea de lo que quieres vender, pero ¿es la misma que la de tus clientes? “Al principio intentaba influir con mi gusto personal. El tiempo me ha demostrado que aunque el cliente quiera algo que a mí no me guste, debo respetarlo y callarme. Al principio trataba de llevarles a mi terreno. Todavía hoy tengo que contenerme. Siempre trato de aconsejar bien, pero tengo que dejar al cliente que elija”, cuenta Enriqueta Cantó Cantó, propietaria de una joyería en Novelda, Alicante.
2. Falta de stock para atender pedidos
“Todos los días perdemos ventas por falta de stock. Conseguir productos de calidad a buen precio no es fácil, tarda mucho en llegar y como empiezas de cero nunca tienes dinero para comprar cantidad… enseguida se acaba). Vamos creciendo y corrigiendo este error pero vamos a tardar cuatro años en tener riñón para comprar cantidad y que no falte. Empezamos con una referencia y ahora tenemos 300”, nos cuenta un emprendedor con una tienda online.
3. Equivocarse de clientes
“Me había empeñado en centrarme en el mercado de grandes empresas, que apreciaban la calidad del negocio, pero no contrataban nuestros servicios. Y mientras hacía la labor comercial con los grandes, iba ganando clientes entre las pymes, en su mayoría startups de menos de 25 empleados. El problema estaba en que no me daba cuenta. Tardé casi dos años en percibirlo”, comenta Azita Qadri, fundadora de la consultora de RR HH Eat Your Cake.
4. Arrancar con precios bajos
“Cuidado con la trampa de la rentabilidad a corto plazo. Hay que pensarse mucho hacer sacrificios bajando los precios de forma radical para ganar cuota de mercado o para entrar en otro. En estos casos, tiene que quedar claro que es un precio de lanzamiento, porque el mercado reacciona luego a los incrementos de precio. A veces es mejor sacrificar rentabilidad a corto plazo”, advierte Javier Oubiña, profesor de Marketing de la UAM.
5. Equivocarse de nicho
“Pensábamos que teníamos una tecnología que podía interesar en el mercado y que se podía comercializar ya, pero a los potenciales clientes en ese nicho, no les interesaba porque no la necesitaban, aunque les parecía interesante”, cuenta Raúl Arrabales de la primera lección de ventas que aprendió al arrancar con su negocio de software con conciencia artificial Comaware.
Fuente:
emprendedores.es
Isabel García Méndez
Sin Comentarios